Algún propagandista comunista lanzó el slogan y muchos mentecatos inteligentes lo repiten: «Jesucristo fue el primer comunista» ¿Acaso no estaba en contra de los ricos y hartos ? ¿Acaso no alababa a los pobres y necesitados? ¿Acaso no se rodeó de gentes sencillas, de proletarios? ¿Acaso no tronó contra los sacerdotes profesionales, cuyo odio acabó por ocasionar su muerte? ¿Acaso no se saltó la idea elitista del pueblo judío haciéndose amigo de los pobres de otros pueblos? ¿Acaso no se preocupó siempre de la suerte de la gente sencilla? ¿No vivió acaso con sus apóstoles en una comunidad puramente comunista?
«Resulta muy seductor», dije, cuando uno de esos mentecatos inteligentes me expuso todo esto. «Permítame, sin embargo, que añada todavía un par de preguntas. ¿Enseñó Cristo también que toda religión es opio para el pueblo? ¿Que Dios es un invento de la burguesía y los capitalistas para mantener en sus límites al proletariado? ¿Que lo único que importa es la vida terrenal, porque es la única que existe? ¿Que la meta final de la humanidad es el ordenamiento paradisíaco del Estado y que deberá comenzar matando a los gobernantes actuales? ¿Que la moral es un invento de los capitalistas para frenar al proletario? ¿Que sólo importa una clase determinada de hombre, los proletarios? ¿Que la vida del individuo no tiene ningún valor frente a los intereses del Estado? ¿Acaso Jesucristo fue un precursor del materialismo? ¿Consideraba que la oración era una estupidez y la visita al templo un acto reaccionario? Y finalmente, ¿Encomendó a sus discípulos la misión de obligar a las personas a aceptar sus ideas por medio de la fuerza policial? Y aquí he de añadir que precisamente Él era quien entre todos los ostentadores de poder en el mundo habría tenido perfecto derecho a dar esa orden. Él era el más poderoso porque era Dios. Sin embargo, Dios, el único totalitarista justificado, respeta el libre albedrío de los hombres. La frase «Jesucristo fue el primer comunista» es una obra de arte de la hipocresía. Pero si fuera cierto, habría que felicitar a sus dirigentes por su extraordinario parecido con el «primer comunista»: Marx por su amor al prójimo lleno de bondad, Lenin por su humildad y caridad, y Stalin por su amor a la verdad y su disposición a perdonar.
Hoy Hispanoamérica está dividida en más de 20 países desde Argentina hasta México, pero todos comparten un pasado unificado, una cultura, una lengua y una religión. Si caminas desde Baja California hasta la Patagonia habrás cruzado muchos países con gentes de la misma descendencia, la misma lengua y la misma religión. ¿Cómo puede ser que una región tan extensa esté tan unida en ese aspecto pero en lo político tengan tantas divisiones y conflictos internos?
Hispanoamérica antes de la llegada de España era una región dividida en miles de tribus que no conocían más allá de las tribus vecinas, no había ningún sentido de país ni de continente. A la llegada de los españoles todas esas tierras empiezan a dividirse con líneas marcadas para funcionar institucionalmente por lo que en el Virreinato de Nueva Granada no había ningún sentido patriótico o nacionalista porque no había una cultura de identidad en toda esa zona; todos eran de cultura española. Los actuales países que componen Hispanoamérica no existían ni en su nombre ni como estado antes, por lo que es incorrecto decir que “los españoles invadieron Colombia” porque Colombia no estistía.
Las divisiones territoriales se crearon para organizar institucionalmente todos esos territorios, no se les concedió ese estatus porque antes de España eran algo. Los que se salen un poco de esta regla son el Imperio Mexica (del que deriva hoy en día México) y el Imperio Inca (que se podría identificar con Perú). Pero aún así, México se había formado con la conquista y el maltrato de sus vasallos, que eran tribus que no tenían una identidad de ‘cultura mexicana’.
Por Denís Gómes-Taylor Oliver Primer Ministro del Reino de Wikonga
Bien conocida es la tercera Ley de Newton o principio de “acción y reacción”: a toda acción le corresponde una reacción igual pero de sentido contrario. Y si bien este principio tenía como aplicación la física, la aplicación de esta ley no se reduce a este plano exclusivamente, sino que es aplicable a otros campos del actuar humano, en especial a todo lo que atañe a la Política y la Religión. Recordemos que la acción de la Reforma protestante, con su semilla revolucionaria, tuvo como reacción la Contrarreforma, y si bien las acciones disolventes del protestantismo no pudieron ser extirpadas de la Cristiandad, la Contrarreforma evitó su desaparición, y separó la misma entre naciones cismática y heréticas y Reinos fieles a la Iglesia Católica. La Contrarreforma sirvió para separar el trigo de la cizaña. No obstante, las acciones disolventes han seguido con sus amenazas, y la reacción, aunque no se ha hecho esperar, no ha tenido la misma fuerza que la acción, y con el paso del tiempo la Iglesia se ha debilitado, cediendo terreno. En el plano de la espada espiritual, de la cual estamos hablando, podemos ver cómo la reacción que significó el Concilio de Trento, terminó en el Concilio Vaticano II cuando la Iglesia se protestantiza y, como dijera el propio Papa Pablo VI, albacea del Concilio, se permite que en su sagrado recinto entre el humo de Satán.
Y si hablamos en el plano ya no del Altar, sino del Trono, la acción de la Revolución Francesa, hija de los principios disolventes de la Reforma, también tuvo sus reacciones, las cuales, sin embargo, no han podido detener la paulatina corrosión de la espada temporal: la Vendée fue derrotada, Francia se llama a sí misma y orgullosamente la República. La actual primera potencia mundial, Estados Unidos de América, es hija de la República y está bajo el control de la oligarquía mundial. Su contrincante en la primacía mundial, China, es una república comunista controlada por un único partido, y la URSS, que derrocó a la Santa Madre Rusia, si bien ya se disolvió, en la actualidad, más que una monarquía, es una tiranía democrática. El Imperio Austrohúngaro desapareció atomizado en un puñado de repúblicas y España… España perdió sus Reinos de Ultramar, los cuales se transformaron bajo la égida británica, en republiquetas controladas desde la cité, y cedió a su vez ante el constitucionalismo, sistema muy celebrado y defendido hoy, pero que produjo en el siglo XIX reacciones bélicas como las guerras carlistas. No podemos olvidar que el constitucionalismo es acción, y si nos ponemos en el plano temporal de nuestros días, España ya no se defiende, no reacciona contra el constitucionalismo, como a principios del siglo XIX cuando, a punta de fuego, pillaje y violaciones, los ejercitos napoleonicos impusieron en la Monarquía Hispánica el ideario liberal contrario a su naturaleza. En la actualidad algunos partidos políticos españoles se aferran a este sistema disolvente, para intentar sobrevivir a los ataques de un republicanismo añejo que pretende regresar a España a la segunda república, con su cariz de felicidad tiránica, muy propia de ideologías como el comunismo y el socialismo, y evitar así, defendiendo el constitucionalismo, la muerte del Reino de España, muerte tan buscada durante los últimos siglos por aquello que podríamos llamar la Revolución en marcha. Sí, ha habido reacción, es verdad, pero se ha cedido paulatinamente: la reacción no ha tenido la misma fuerza que la acción y hoy el Trono defiende lo cedido, el constitucionalismo, como tabla de salvación. ¿Nos puede salvar aquello que nos hunde?
En este contexto de actualidad, las redes sociales se han convertido en el terreno donde la Acción y la Reacción libran una nueva batalla, y movimientos defensores del Trono y del Altar se presentan como vanguardias de un movimiento de regeneración política en todo el orbe de la Hispanidad. Mundo Republiqueto es uno de ellos. Por eso, desde Wikonga Press hemos querido entrevistar a sus fundadores: Soda Histeria, Tercio, Paul von Lettow y Cavernario, quienes, salidos desde diferente áreas del conocimiento humano como el Derecho, las Finanzas y los Sistemas, fundaron a mediados del 2019 este movimiento. Mundo Republiqueto resalta su independencia política y económica. Afirma controlar el contenido que comparten sus cuatro fundadores, pagan de su bolsillos los gastos como inversiones necesarias, aprueban o desaprueban los contenidos de quienes colaboran en sus redes y no aceptan donaciones de los lectores u oyentes de sus podcast. A continuación compartimos con nuestros lectores la entrevista que les hiciéramos. Que la disfruten y que saquen sus propias conclusiones. ¿Seremos Acción o Reacción, o acaso seremos o no seremos heraldos de un Nuevo Imperio?
WP: ¿Cuál es el objetivo de Mundo Republiqueto?
MR: Crear contenido para internet “desde una perspectiva que no es muy escuchada”, esto es, gente que viene del área identitaria y «racista», pero que critica esas posturas, no desde el progresismo o la izquierda, sino desde la misma «derecha». Como fuimos racistas identitarios, no sólo conocemos todos los argumentos y dogmas, sino que al haber «superado» esa posición, por decirle así, entendemos sus carencias y falencias, y cómo señalarlas: hay una sobre-abundancia de críticas al progresismo y la izquierda, pero muy poca crítica a la «derecha» desde una posición no-progresista o de izquierda, ahí es donde entramos nosotros.
WP: ¿Qué los motivó a llamar su organización Mundo Republiqueto?
MR: Nos motivó llamarlo Mundo Republiqueto porque queríamos tener un nombre que satirizara diarios que se ponen nombres como «La República» o «El Mundo», pero haciendo énfasis en que estamos totalmente claros y al tanto de que lo que ocurre en nuestros países son ridiculeces, porque somos todos una colección de republiquetas, incluida la España del «primer mundo».
WP: Qué definición tienen para Republiqueto?
MR: Republiqueto es un término despectivo en mucho parecido a «república bananera», pero nosotros no lo usamos exactamente igual. Quiere decir que tu país se las da de república soberana, pero en verdad es un país títere de intereses internacionales, nunca pudiendo hacer lo que realmente conviene para el país, porque lo importante es apaciguar grupos de intereses internos o externos. Una republiqueta es una república fracasada y servil que no se entera que es tal.
WP: ¿En ese orden de ideas, hay una sola forma de republiquetas o hay varias?
MR: Es difícil contestar si hay varias, porque al final parece que todas padecen de lo mismo a pesar que funcionen de manera distinta. Hay más como «niveles» de republiquetismo, pero no los hemos elaborado aún.
WP: ¿El Nuevo Orden Mundial está conformado por republiquetas?
MR: No necesariamente, porque el NOM proviene de países poderosos que no son republiquetas justamente, pero mientras menos soberano eres, más fácil para el NOM hacer de las suyas en tu país, porque el gobierno no se opone.
WP: ¿Habrían algunas naciones soberanas que no se pueden considerar como republiquetas?
MR: Interesante pregunta. Sería cuestión de analizar, porque a veces EEUU da la impresión de ser bien republiqueto a pesar de ser la nación más poderosa del mundo. Pero digamos que no, para mantener la definición bien acotada aplicándola más al mundo Hispano. Si reducimos ser Republiqueto a solo ser «corrupto» o «no soberano» se pierden muchos matices.
WP: Muy bien. Entonces hablemos de lo que nos toca más de cerca: las republiquetas del mundo hispano. ¿Todas la naciones hispanas son republiquetas o habría alguna o algunas que no lo son y si es así por qué?
MR: Todas son republiquetas, ni una se salva.
WP: ¿En qué momento la Hispanidad se convirtió en un cúmulo de republiquetas?
MR: No es un «momento» en que se volvieron. Fue un proceso consecuencia de las Independencias, pero no fue al momento de “independizarse”, pues siguieron siendo países relativamente poderosos y ricos por un tiempo. En el siglo XIX un general o político hispanoamericano podía estar hombro con hombro con cualquiera de Europa.
WP: ¿Cuál puede ser considerada la causa de este proceso de decadencia o deterioro?
MR: Las causas son varias: desde la desestabilización que trajo el romper el Imperio español, lo cual nos sumió en incontables conflictos internos, la total basura que han sido nuestras élites desde la Independencia, en su gran mayoría serviles a intereses extranjeros, el rechazo de nuestra propia historia que nos ha vuelto esquizofrénicos y el complejo de inferioridad que se ha ido desarrollando por todos los factores anteriores.
WP: ¿Qué papel juega el sistema republicano como causa de esta decadencia?
MR: La democracia y las repúblicas de por sí no son buenos sistemas, y para los hispanos peor. El andar persiguiendo modelos republicanos es un síntoma del problema real subyacente, que es que nuestras élites tienen sus cabezas en otros países y no les interesa implementar un modelo propio que vaya acorde con los hispanos de América.
WP: ¿Desde Mundo Republiqueto ven alguna salida a esta crisis?
MR: Para salir de esto primero hay que combatir la leyenda negra para superar el complejo de inferioridad que nos causa andar buscando ideas, filosofías y modelos completamente extranjeros y, más allá de extranjeros, en detrimento total nuestro. Entonces hay una labor educativa y de divulgación que realizar, pero esto queda en nada si no damos el paso más importante que es armar una plataforma política o participar en política. Y también siendo menos «materialistas»: hay que rezar mucho, ir a misa y tener familias grandes y católicas.
WP: Podríamos decir que para Mundo Republiqueto el Trono y el Altar son los baluartes que la Hispanidad necesita?
MR: Sí, claro. La Hispanidad sin el catolicismo y sin una figura aglutinante de tipo monárquica no tiene mucho sentido. Sería como un club de naciones más estilo la Unión Europea o la ONU que, siendo honestos, sería mejor que lo que tenemos ahora, pero ese no puede ser el objetivo o la meta final.
WP: ¿Cuál es el objetivo o la meta final para Mundo Republiqueto?
MR: Ser heraldos de un nuevo imperio católico hispánico. Queremos servir como medio para una plataforma política que se arme en el futuro.
WP. ¿Lo creen en verdad posible? ¿Existe en la actualidad algún sustrato político en la Hispanidad sobre el cual se pueda afianzar este objetivo?
MR: Claro que lo creemos posible. No existe sustrato político, hay que construirlo.
Reino de Wikonga, 13 de julio del año del señor de 2020 y fecha del natalicio de Cayo Julio César
Por Rodríguez-Busto JC (Embajador del Reino de Wikonga en Colombia)
“¡Viva el Rey! ¡Abajo el mal Gobierno!” Esta era la arenga política que se escuchaba hace más de doscientos años en las empedradas calles, no solo de la antigua Santa Fe de Bogotá, capital del extinto Virreinato de la Nueva Granada, o en voz de los Comuneros en la antigua y señorial villa del Socorro (1781). Recordemos que este grito de “mal gobierno” resonó también al unísono en otros reinos de Ultramar como la “ciudad celestial”, Quito (1736 y 1765) o en Chuquisaca (1808), la antigua Villa de La Plata, capital de Nueva Toledo, y, si mal de memoria no estamos, creemos recordar que también en Nueva España se escuchó el grito: ¡Viva el Rey! ¡Abajo el mal Gobierno!
Hoy, doscientos años después y más de la llamada y panfletaria Libertad, Fraternidad e Igualdad, de estos tintineantes y altisonantes “gritos” con los cuales dicen algunos historiadores que se dio inicio a los procesos de “in-dependencia” de los Virreinatos de Ultramar: Nuevo México, Nueva Granada, Perú, Mar del Plata, tan sólo nos queda el ingrato testimonio de un pasado abolido, el malvivir de un presente propio de sucesivos malos gobiernos y el amargo recuerdo de haber traicionado y permitido traicionar al Rey, Nuestro Señor: delito de Lesa Majestad.
¡Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa!, por la nuestra, por la mía culpa y por la de mis antepasados, quienes no supimos defender y ser fieles a la corona real, digo y repito, una y otra vez, por mí, por ellos, por vosotros y por todos nosotros: ¡mea culpa!
¿Por qué hoy, doscientos años después y más, no reina el Rey en sus reinos, y sí, por el contrario, el mal gobierno extiende sus pestíferas redes, explotando y destruyendo la dignidad de generaciones y generaciones de españoles? Esta es una pregunta que me asalta continuamente tanto en el sueño como en la vigilia.
Si les preguntásemos a los oportunos políticos, siempre prestos éstos a pescar en ríos revueltos y a enturbiar el prístino espejo de las aguas, o aunque nadie les preguntara, porque en su naturaleza perruna siempre está el meter donde no se les llama sus apestosos hocicos, éstos nos responderían con sonriente arte de retórica, que la separación (perdón, la Independencia) de los reinos (perdón, de las colonias) y el abjurar de la fidelidad a la Corona (perdón, al tirano) fue, es, ha sido y será siempre la mejor solución que nuestros “Libertadores” (las comillas son mías) encontraron para solucionar todos los problemas “nacionales” que nos asaltan, y que por demás, -continuarían perorando- si hoy aún nuestras repúblicas siguen arrastrando problemas -llámense económicos, políticos o sociales- todos éstos han sido -afirmarían categóricamente- y desde siempre, culpa de España.
¡Y el pobre Juan de Dios!, ingenuo e incauto como insecto sin memoria,
día tras día, votación tras votación, se piensa, luego existe, como alimento de araña…
¡Majestad, la verdad no reina en vuestros reinos!
¡Majestad, la mentira los ha invadido todos!
Hoy, doscientos años después y más, cuando en pleno corazón del reino celebramos el 35º Aniversario de la Coronación de S.M. Juan Carlos I, Rey de España (¡España tiene Rey y el Rey tiene España!), os invito a brindar, a todos los españoles, a todos los que se sienten hijos de la Madre Patria, por el Rey Coronado de España, Señor de todos los españoles, por el Rey Juan Carlos I, Señor de todos los que nos sentimos hijos de España y, más aún, y ¿por qué no?, también de aquellos que no se sienten españoles, sin Madre Patria alguna, pero de pronto sí, y ¡cómo no!, seguramente con varios padres, y de la patria, diciendo a coro y conjuntamente:
Escrito por Raúl Suevos y publicado en TradicionViva
Como en ocasiones anteriores un suceso puntual, la muerte de un hombre negro a manos de la policía en este caso, ha desatado un pandemónium de disturbios sociales en medio mundo, especialmente en los EEUU, donde todo comenzó. Las cifras de actuaciones policiales en aquel país sobre las diferentes minorías que en él se desenvuelven muestran claramente que tienen un problema profundo aún por resolver; problema que, desde China, miran con delectación.
La Guerra de Secesión entre un sur agrícola y un norte industrial se justificó como una cuestión relacionada con la esclavitud aunque después las relaciones sociales apenas cambiaron. En la época de los hermanos Kennedy, con el auge de la televisión de por medio, volvieron los problemas y disturbios a la primera plana y, desde entonces, asistimos a ciclos de represión sobre las minorías seguidos de estallidos de violencia en las calles; y no nos engañemos, es difícil que, por ahora, la espiral se detenga.
En los últimos tiempos, además de los tradicionales asaltos a comercios de todo tipo también parece llegado el tiempo del derribo de estatuas. A Junípero Serra ya le dieron lo suyo en California; esta vez van a por Colón, también un racista y esclavista dicen. En Inglaterra hasta a Winston Churchill han tenido que proteger. Nadie que este sobre un pedestal parece estar a salvo de estos nuevos Comités de salud pública.
Lo de las estatuas impresiona porque queda muy dramático en los telediarios pero peor es el acoso a enseñantes políticamente incorrectos para estos nuevos robespierres que pueden llegar a hacer doblar el brazo a prestigiosos centros de enseñanza con cientos de años de existencia. La libertad de cátedra comienza a estar en entredicho a golpe de escrache estudiantil y las rectorías claudican ante el empuje de estos nuevos puritanos. Me temo que la ilustración en Occidente está en peligro acosada por minorías radicales y no veo actitud ni coraje para llevar a la hoguera a estos Savonarolas de medio pelo.
Colón no fue más que un peón de una Corona española que en aquel momento construía el más avanzado sistema de gobierno de la época. La Reina Católica creyó en el proyecto y lo impregnó de espíritu evangelizador; la acción de la Iglesia fue fundamental y a ello se debe el catolicismo en América, pero también las 23 universidades que fundó allí España, más que todo el resto de potencias juntas. A Isabel se deben las Leyes de Indias protectoras de los indígenas como súbditos de la Corona y prohibiendo su esclavitud; el primer tratado sobre derechos humanos para cualquier observador objetivo. Leyes que serían refrendadas años más tarde, en tiempos del Emperador, en la Controversia de Valladolid, sin duda el primer congreso sobre derechos humanos celebrado en el mundo.
Los españoles, un puñado apenas, solo pudieron conquistar y construir un imperio desde la sabiduría para lograr el apoyo de millones de almas, las mismas que estaban subyugadas por las élites depredadoras aztecas o incas. Con los españoles los impuestos en grano y trabajo personal eran menores y el Dios que traían era más indulgente. Con la independencia de las nuevas repúblicas los pueblos indígenas quedaron desprotegidos y algunos llegaron a desparecer, corriendo el mismo destino que aquellos que cayeron bajo del dominio anglosajón.
Que sigan derribando estatuas, no con ello resolverán el problema.
El laicismo generó frutos tan diabólicos que desde inicios del siglo XX vemos intentos o iniciativas de cristianos que, con mejor o peor formación, buscan poner orden en la sociedad, esto es, no se contentan con quejarse, vencen la tentación de la pereza, y hacen algo para frenar, al menos un poco, la moderna catarata de males.
Por el Padre Federico Highton, S.E. Publicado en TradicionViva.
I.- El mundo actual se cae a pedazos debido a la apostasía, esto es, debido a que Nuestro Señor Jesucristo fue destronado.
Como enseñaba el gran Card. Pie, el gran mal del mundo moderno es el naturalismo, esto es, el buscar la felicidad (individual o social) sin la gracia de Dios. El naturalismo aplicado al plano político se llama “laicismo” y consiste en la expulsión de Jesucristo del centro de la política (y cuando decimos política nos referimos tanto a los gobernantes como a los movimientos que aspiran a gobernar).
La realidad es que toda sociedad (nacional, municipal, educativa, gremial o familiar) debe entronizar a Cristo como su rey. Esta es la enseñanza de la Iglesia. Es lo que se llama el ideal de la Cristiandad. Que sea un ideal no significa que sea opcional o super-erogatorio, sino que es el modelo ideal que debemos buscar poner en práctica.
II.- La apostasía moderna es doble ya que es una apostasía pública y privada. La apostasía pública es la expulsión de Cristo de la vida pública de los pueblos y, en particular, de la política. Esto es, el laicismo es una forma terrible de apostasía pública. La apostasía privada es la de un fiel bautizado que reniega formalmente de la fe y renuncia a ella. La apostasía es la peor forma de la infidelidad.
La apostasía pública y, por tanto, el laicismo, destruyó el Occidente -que otrora fue Cristiandad- y esa destrucción afectó, por perversa añadidura, a todo el resto del orbe.
Para algunos desprevenidos el ideal de la Cristiandad y la condena del laicismo podría tal vez parecer una cosa muy abstracta, pero no es así ya que sus consecuencias concretas son abismales. Veamos algunos de los frutos históricos de la Cristiandad: Reyes Santos, la invención de las Universidades, la educación de los niños y jóvenes en colegios católicos, el reconocimiento de la auténtica dignidad de la mujer, la proliferación de familias santas y numerosas, ordenamientos jurídicos calcados del Evangelio y el Magisterio de la Iglesia, la abolición de la esclavitud y largo etcétera.
Veamos los frutos del laicismo: filicidio prenatal (eufemísticamente llamado “aborto”), parricidio y matricidio en hospitales (eufemísticamente llamado “eutanasia”), sodomización de la sociedad y corrupción de menores (eufemísticamente llamadas “perspectiva de género”), drogadicción de las masas, sustitución del matrimonio por el amancebamiento y macabro etcétera.
El laicismo generó frutos tan diabólicos que desde inicios del siglo XX vemos intentos o iniciativas de cristianos que, con mejor o peor formación, buscan poner orden en la sociedad, esto es, no se contentan con quejarse, vencen la tentación de la pereza, y hacen algo para frenar, al menos un poco, la moderna catarata de males.
Actualmente, hay varios intentos llevados a cabo por cristianos (aliados con otros) que buscan hacer algo y que tienen muchas cosas buenas (comparativamente y en sí mismas), y hasta heroicas o admirables, pero que no superan el marco del laicismo. Son reacciones que los medios globalistas llamarán “ultra-derechistas”, pero que no escapan al esquema laicista. Son semi-contra-revolucionarios. Son los famosos “conservadores” (que son quienes buscan conservar el status quo, aun cuando el status quo ya sea revolucionario en buena parte).
Y, ¿cómo distinguir una iniciativa de Cristiandad de una iniciativa semi-contra-revolucionaria? Es muy fácil: la primera pone a Cristo en el centro, esto es, pone a Dios primero; la segunda, en cambio, no menciona a Cristo o lo hace marginalmente, tal vez en cuarto o quinto lugar. Sin darse cuenta lo terminan tratando a Dios como un adorno o como algo que molesta pues temen que Dios pueda poner en peligro las posibles estrategias o alianzas que pueden darle chances humanas al proyecto.
A su vez, los “semi-contras”, a corto o mediano plazo, suelen aliarse con el Judaísmo Internacional, o al menos pagarle sus respetos o su tributo (o su forzado peaje), aunque más no sea poniendo un papelito en el muro de los lamentos o posando en una fotito con una bandera israelí.
¿Cuál debe ser entonces nuestra actitud?
La de San Remigio, el Santo que convirtió al primer Rey de Francia, Clodoveo.
Clodoveo era pagano y, por tanto idólatra. San Remigio lo convirtió.
Nosotros entonces debemos buscar elevar las iniciativas semi-contra-revolucionarias, convirtiéndolas de laicistas en sacrales, esto es, convirtiéndolas en iniciativas de Cristiandad (que no solo no significa clericalismo sino que la Cristiandad a menudo molesta a ciertos clérigos encumbrados, como se vio, v.gr. en el Imperio de Carlos V).
No debemos amargarnos con los semi-contra-revolucionarios que tienen una buena intención, hacen muchas cosas buenas e ignoran (o posponen) el ideal de la Cristiandad.
Debemos ser constructivos. Debemos tener una actitud sanamente positiva, esto es, debemos trabajar para que esas iniciativas devengan proyectos de Cristiandad, esto es, proyectos que busquen la re-entronización de Cristo.
Porque no alcanza con luchar contra el aborto, el feminismo, la sodomía, el globalismo, la cábala, el inmigracionismo islámico y la corrupción. Hay que luchar para restaurar la Cristiandad, de lo contrario tendremos nuevas formas de laicismo que asumirá un tinte conservador.
¿Cuál es la política católica, entonces?No es el derechismo ni el conservadurismo ni el capitalismo, sino la Santa Cristiandad.
La Cristiandad será catalogada con el absurdo mote mediático de “ultra-derechista” pero no se identifica a secas con todo aquello que los medios pongan en la bolsa del llamado “ultra-derechismo”.
La Cristiandad será catalogada de “ultra-conservadora”, pero en realidad busca conservar solo lo bueno, al mismo tiempo que busca derribar todo lo malo que la Revolución Moderna trajo, incluído el divorcio civil, el matrimonio civil para los bautizados y la educación laica.
La Cristiandad será catalogada de estar aliada con los grandes hacendados, pero no es ni capitalista ni socialista, sino que aplica la Doctrina Social de la Iglesia y combate a los más terribles capitalistas, esto es, a la usura mundialista.
III.– Para no quedarnos en la mera teoría ni en palabras bonitas y superar la inercia que afecta a los católicos en lo que respecta a la política, proponemos desde este portal lanzar un movimiento para la restauración de la Cristiandad, que operará bajo el lema: “¡Que Jesús reine”! (¡QJR!).
Aquellos que esten interesados que nos escriban y nosotros cumpliremos el modesto papel de hacer de nexo para que los militantes se conozcan y lleven a cabo sus iniciativas con libertad. Nosotros, como curas, solo seremos asesores doctrinales, esto es, nos limitaremos a velar para que no haya nada contra la Fe.
Y si los lectores conocen movimientos o iniciativas concretas que promuevan abiertamente la Cristiandad (que es la única opción política del bautizado), les pedimos que nos lo informen y les daremos difusión y apoyo.
A mayor abundamiento, aprovechamos estas líneas para rogarles a los abanderados del épico Movimiento Carlista que declaren a viva voz quién es el Heredero al trono de las Dos Españas. Y decimos esto porque el mejor marco para la Cristiandad no es ni la democracia ni la dictadura, sino el Imperio.
Queremos que Cristo sea reconocido como el Rey de las familias, de las escuelas, de las universidades, de los gremios, de las artes, de la prensa, de las empresas, de los congresos, de los tribunales, de los gobiernos y del mundo entero.
Nadie tema pensando que es imposible conseguir un gobierno católico pues, como le dijo el Arcángel Gabriel a Nuestra Señora en aquella augusta jornada de la Anunciación: “no hay nada imposible para Dios” (Lc I, 37).
Para restaurar la Cristiandad, nuestra tarea consiste en poner todo lo poco que tenemos, esto es, cinco panes y dos peces y, si somos fieles y perseverantes, Dios los multiplicará en frutos de Cristiandad.
No importa nada que solo juntemos tres militantes, un perro y diez pesetas, pues Dios no se deja ganar en generosidad y porque cuando lo damos todo por Él y confiamos ciegamente en Su infinito poder, Él se regocija en hacer milagros épicos. Lo que a Él le molesta es nuestro pecado y, en especial, que desconfiemos de Su poder y de Su Misericordia.
Nos ponemos en Sus Manos y en las de la Virgen y nos lanzamos a la lucha gritando nuestros lemas a los cuatro vientos…
Por Valentina Orte Publicado 12/10/2015 en TradicionViva
Etimológicamente, la palabra “Hispanidad” deriva de Hispania, nombre que los romanos dieron a la provincia cuya extensión alcanzaba la Península Ibérica y el archipiélago Balear, así como la zona norte del actual Marruecos. Por extensión, la expresión “hispano” ha terminado abarcando a las personas de habla hispana o cultura de ese origen, que viven en América y España.
La expresión hispanidad o hispano se utiliza para denominar a las personas, países y comunidades que comparten el idioma español y poseen una cultura relacionada con España debido a la llegada de los primeros españoles a América, terra incognita, hasta su descubrimiento por Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492, uno de los hechos más importantes de la historia europea que condicionó la evolución política, social y económica de los siglos siguientes. La Corona Españolano obtuvo las especias de las Indias. Pero en su lugar consiguió algo mucho más importante: la oportunidad de construir un gran Imperio preocupándose por la conversión y el trato justo de los amerindios. La Reina Católica, al contrario que otros países posteriormente, los consideró personas y aún más, súbditos de la Corona de Castilla. Ésta es una de las claves más importantes en la evolución del tratamiento jurídico del indio que, no sólo no ha sido suficientemente destacada sino que ha sido ocultada. En las instrucciones, dadas a Nicolás de Ovando el 16 de septiembre de 1501 se recogía perfectamente esta nueva situación jurídica del indio. Concretamente pretendía un doble objetivo, a saber: primero, que los indios fuesen convertidos a la fe católica con lo que, por un lado se cumplía con lo dispuesto en las bulas Alejandrinas, y por el otro, contribuía a la consolidación de la soberanía en los nuevos territorios. Y segundo, que fuesen bien tratados “como nuestros buenos súbditos y vasallos, y que ninguno sea osado de les hacer mal ni daño”. De esta forma la Reina se adelantaba cuarenta y un años a las famosas Leyes Nuevas en las que Carlos V prohibió la esclavitud del aborigen, atendiendo a que eran “vasallos nuestros de la Corona de Castilla”.
El rey Fernando, muerta ya Isabel, regente de Castilla en nombre de su hija, aprobó en Burgos el 27 de diciembre de 1512 las que se denominaronOrdenanzas Reales para el Buen Regimiento y Tratamiento de los Yndios. Sus 35 artículos establecían unos derechos para los trabajadores que no existían ni en España, como por ejemplo el que daba protección a la mujer embarazada para las que decretaba que dejarían de trabajar en las minas cuando estuvieran de cuatro meses y se limitarían al trabajo doméstico y, tras dar a luz, no regresarían a las minas hasta que los hijos hubieran cumplido tres años “sin que en todo este tiempo le manden yr a las minas ni hazer montones ni otra cosa en que la criatura rreçiba perjuyzio” (para sí querrían este artículo muchas mujeres actualmente).
Pero el más importante de los artículos es aquel que dispone que el indio es un ser humano, libre y con derechos de propiedad. Se regulaba su obligación de trabajar (cosa que les violentaba porque no estaban acostumbrados) pero también su derecho a un salario y a que el trabajo fuera digno. Los indios solo podían trabajar 8 meses al año, los otros 4 eran para ellos, para labrar sus tierras y atender sus propiedades. En cierto modo las Leyes de Burgos toman en cuenta la organización social de los Amerindios acordando a los caciques y a sus hijos un trato particular.
La religión constituye el meollo de las Leyes de Burgos. Al encomendero le exige que disponga de una iglesia, le manda rezar con los indios, que provea su traslado y que les acompañe a la ida y vuelta y que “es importante que lleguen a la iglesia descansados”. La ley cuarta subraya la obligación de “enseñar a los indios los diez mandamientos e syete pecados mortales e los artículos de la fee … pero esto sea con mucho amor e dulçura”(sic).En cuanto a los clérigos, tienen la obligación de “confesar a los indios, por lo menos, una vez al año, de bautizar a los recién nacidos a la primera semana de nacer, de casar a los indios por la iglesia y de enterrar a los muertos cristianamente”.
Estas normas fueron, para la época, absolutamente revolucionarias y, si bien el concepto de libertad era totalmente distinto al de ahora, lo importante es que se reconoció ese derecho. La mera invención del concepto de derechos humanos, independiente de la nacionalidad, la religión… es un concepto totalmente revolucionario. Como consecuencia, se pasa a considerar que las relaciones entre estados debían estar basadas en el derecho, en la justicia, y no en la fuerza.
Las Leyes de Burgos son novedosas también por las cincuenta copias impresas. Nunca se había hecho antes. Fueron pregonadas públicamente por las “plaças e mercados e otros lugares acostumbrados desa dicha ysla por pregonero e ante escrivano publico.” Eso muestra la importancia que el Rey Católico dio a la divulgación de las leyes que constituyen la primera legislación para los pueblos del Mundo Nuevo. El Rey Fernando nos aparece sumamente moderno en su afán de comunicación. Desgraciadamente, por la gran distancia entre el Mundo Viejo y el Mundo Nuevo, lo largo de los viajes, la difícil información, siempre indirecta, del monarca, dieron lugar a toda clase de abusos denunciados por los misioneros en las tierras conquistadas, especialmente los dominicos Fray Pedro de Córdoba, superior de los Dominicos en la Española y Fray Matías de Paz, teólogo salmantino, quienes junto a la convulsión que causó el famoso sermón de Montesinos, misionero en la Española, dieron lugar a las Leyes de Burgos. Pena que no esté reconocida esa labor pionera de los frailes, tan importante, que lleva al profesor Juan Cruz Monje a defender que en estas Leyes de Burgos de 1512 y en la Escuela de Salamanca, con Francisco de Vitoria a la cabeza, se encuentra el primer precedente del Derecho Internacional y no tanto en Hugo Grocio, quien aparece en las teorías clásicas como precursor.
“El juramento de Hernán Cortés”
Esta aventura prodigiosa que condujo al descubrimiento de un nuevo continente, la colonización de tan vasto territorio por tan pocos hombres, el transmitir, junto con nuestro idioma, la religión católica y los valores que, a través de la Historia, heredamos de griegos y latinos, constituye la forja de la Hispanidad de la que tan orgullosos debemos sentirnos. Pero la hegemonía que eso conllevaba, produjo un odio en Europa contra España que han vertido en numerosos escritos, fomentando lo que se ha dado en llamar la Leyenda Negra. Surge a mediados del siglo XVI, en el contexto de la Reforma protestante que España decide combatir con la máxima energía. Aunque surge con Carlos V, cristaliza, posteriormente, en torno a tres ejes: Felipe II, el rey más poderoso de la cristiandad, presentado por sus enemigos como epítome del oscurantismo represivo y la crueldad total; la Inquisición, sus autos de fe, y la conquista de América; tristemente, contribuyen a ello con gran eficacia las famosas Relaciones escritas por Antonio Pérez, ex secretario del monarca, (quien, conociendo a fondo el entorno del rey, combina verdad y mentira hábilmente), Montano, que se encargará de engordar la fábula con un libro-libelo donde narra “las bárbaras, sangrientas e inhumanas prácticas de la Inquisición española” (ocultando que era práctica conocida en Europa: los tribunales ingleses quemaban a supuestas brujas todos los días) y fray Bartolomé de las Casas, con su Brevísima relación de la destrucción de las Indias, un libro que reduce la colonización de América a una interminable matanza.
Hay que repetir hasta la saciedad que esta teoría ha tenido éxito por el interés en que lo tenga, no porque sea una realidad. Solo con comparar la conquista de América del Sur con la del Norte, sobra todo comentario. En la colonización de lo que luego fueron los Estados Unidos, los británicos no llevaron leyes similares a las españolas... y las consecuencias se conocen ampliamente. Los valores que España llevó a América, sirvieron para que se formase una sociedad culta, prolongación de la europea occidental, la criolla. En los países de la América hispana ha habido presidentes descendientes de indígenas (Rafael Carrera en Guatemala, Benito Juárez y Lázaro Cárdenas en México, Alejandro Toledo en Perú, Evo Morales en Bolivia…), mientras que en Estados Unidos los indios han sido exterminados y reducidos a reservas.
Pero si esta amalgama de medias verdades y mentiras monstruosas tomó carta de naturaleza es porque los propios españoles terminaron por creerse la leyenda negra. A este respecto, decir que en las Cortes de Cádiz, los grandes próceres de aquel Parlamento, y los poetas que les acompañaban, daban por buena toda la basura vertida contra su país a lo largo de los siglos. No supieron determinar los factores interesados en que ese descrédito se produjera.
Desde fines del siglo XVIII la corona inglesa, por medio de la Compañía de Indias Orientales, venía realizando planes para la conquista de esta parte de América, con el propósito de insertar sus productos y manufacturas en la sociedad hispanoamericana y encontrar una solución luego de su fracaso en el acceso a América Central. El año 1810 Londres estuvo dominado por las noticias que llegaban de España acerca del desmoronamiento de la monarquía, ante la consolidación de la ocupación napoleónica y el resurgimiento de las autonomías locales como mecanismo de resistencia ante el invasor. Se expandía igualmente el temor de que los codiciados territorios americanos cayeran también en manos de Napoleón. Inglaterra actuó en un doble sentido: en la península ayudaron a combatir al emperador francés, pero en la América hispana utilizaron el poder oculto de sus influyentes logias azuzando a los descontentos en la lucha entre el absolutismo centralizador de la monarquía borbónica de signo francés y el régimen tradicional criollo de los Cabildos abiertos y de los Congresos generales. La España oficial, el equipo dirigente de la Nación, había renegado de los valores que los engendraron a la existencia histórica. Ya el 30 de marzo de 1751, el Marqués de la Ensenada escribía al embajador Figueroa: “Hemos sido unos piojosos llenos de vanidad y de ignorancia”, quizás en referencia a que su ceguera no les permitió ver que la tierra se movía bajo sus pies.
A fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX, cuando surgen los primeros movimientos emancipadores en América, la masonería verdaderamente política no era la inglesa sino la francesa, primero revolucionaria y luego bonapartista. Su influencia y sus vínculos eran poderosos y se extendían fuera de Francia. De hecho, los primeros movimientos revolucionarios en las colonias españolas y portuguesas -la de Nariño en Bogotá en 1794, la de Gual y España en Caracas en 1797 y la de Pernambuco en 1801-, fueron liderados por masones con fuertes vínculos con sus hermanos franceses. Los masones pernambucanos incluso llegaron a solicitar la protección de Napoleón, quien ya era Primer Cónsul de Francia. La masonería no era (no es) una organización monolítica que respondía a un único líder, como lo era la iglesia Católica, sino una organización internacional descentralizada con múltiples sectas, ritos y hermandades, que no siempre coincidían entre ellas y muchas veces se oponían abiertamente, pero la “fraternidad entre hermanos” les facilitó mucha ayuda externa, como la prestada por la Sociedad de Tammany o la de la Sociedad de los Caballeros Racionales. En todas las épocas, y en el mundo entero, las sociedades secretas se han constituido como fuente dinámica en el proceso de transformación social y política, y se han comportado como fundamental estímulo en los procesos revolucionarios.
La guerra de Cuba fue el último acto de heroísmo imperial español. La pérdida de esta guerra dio motivo a los “regeneracionistas” y a los intelectuales liberales para atacar la política reinante y poner de manifiesto el “engaño político en que vivía España”. El impacto del “desastre colonial del 98” fue grande. La derrota colonial no fue más que el punto de partida, que no la causa, para que un grupo de intelectuales impulsara un cambio de rumbo en la política nacional y en la mentalidad popular. La protesta contra la política oficial ya estaba ahí desde el movimiento regeneracionista que reclamaba una radical reforma socio-política a todos los niveles.
La sociedad española de finales del siglo XIX y comienzos del XX estaba pasando una grave crisis. A finales del XIX, durante la Restauración, España vivía inmersa en una profunda depresión económica y social. El caciquismo viciaba toda la vida democrática. El país estaba regido por una administración ineficaz y corrupta. El Parlamento no representaba a la ciudadanía. Un desánimo general invadía a una nación que antaño había sido un gran imperio “en el que no se ponía el sol”.
El regeneracionista Joaquín Costa
Esta situación de depresión propició el surgimiento de un pequeño grupo de la clase media que intentó presentar alternativas al estancamiento político y cultural del país proponiendo una “regeneración” nacional a nivel económico, político y social. Ante la desmoralización colectiva los “regeneracionistas” intentan levantar una sociedad en ruinas. Su líder, Joaquín Costa, manifiesta una repulsa hacia el estado de cosas que lo había hecho posible y la exigencia de un cambio rotundo de la vida española. La Generación del 98 estaba casi obsesivamente preocupada por lo que se llamó el “problema español”. Todos los autores del 98, nacidos en la periferia peninsular, contemplan la vida con “gravedad castellana” y ven en la frivolidad y en la oratoria vacía el peor defecto de la Restauración. “Les duele la triste realidad española” y, como nuevos románticos, reaccionan con amargo pesimismo ante el lamentable espectáculo que la patria les ofrece. Idealismo, gravedad, sobriedad y agudo espíritu individualista les caracteriza.
El afán principal de la intelectualidad del 98 será buscar los valores propios españoles, los valores auténticos, pervertidos o encubiertos por la “España oficial”; los valores espirituales que distinguen a España de las demás naciones que nos llevó a la gesta gloriosa de la Hispanidad. Muchas de esas ideas del 98 y varias de las ideas políticas de Ortega y Gasset serán asumidas por el fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera. Si se exceptúa a Pío Baroja, que fue toda vida consecuente con sus ideas nietzscheanas de un vitalismo anarquista en su búsqueda de aquellos valores, todos los demás miembros del 98 evolucionaron o a una extrema derecha, como Ramiro de Maeztu, o a un conservadurismo tradicional, como Azorín. En el fondo, todos siguieron siendo apolíticos y su ideología mantuvo un marcado carácter espiritual e intimista.
La Hispanidad era lo permanente, el espíritu con fuerza y energía creadora y fecundante, capaz de corporeizarse, de hacerse visible y operar a través de esquemas distintos. No supimos tampoco caracterizar y calificar el hecho doloroso de la separación. Creímos que las Provincias emancipadas hacían, con el gesto independiente, una manifestación tajante, definitiva y pública de repudio a la España materna y progenitora que repelía a la más noble juventud de América. Las provincias españolas de América y de Asia, ̶ Hispanoamérica y Filipinas,̶ repudiaron a esa España en metamorfosis que se había traicionado a sí misma, pero no repudiaron a la Hispanidad.
Llegados a este punto cabe preguntarse ¿por qué en España se es tan reticente a la celebración del día del descubrimiento de América? ¿Por qué los españoles no sienten el orgullo de haber realizado semejante gesta? Es significativo que el investigador mejicano Alberto Escalona Ramos, se pregunte: “¿Por qué se oculta en las historias oficiales de mi país que durante los siglos virreinales Méjico era la capital de un mundo que se alargaba desde Honduras al Canadá?” o que Vasconcelos[1] proteste indignado: “¿Es qué acaso se quiere que reneguemos de un pasado grandioso, que liquidemos nuestra médula cristiana y española y nos transformemos y convirtamos en parias del espíritu?”. Los españoles podríamos plantearnos preguntas similares; sin embargo, la mayoría del pueblo español, muy influido por las ideas disolventes de la masonería, (cada vez más en auge desde la muerte de Franco) manifiesta no ya indiferencia, sino hostilidad hacia la conmemoración y recuerdo, de modo que ninguno de los nombres que se le ha dado, ha sido bien aceptado.
La denominación Día de la Raza fue creada por el ex ministro español Faustino Rodríguez-San Pedro, quien como Presidente de la Unión Ibero-Americana en 1913, pensó en una celebración que uniese a España e Iberoamérica, eligiendo para ello el día 12 de octubre. Posteriormente, las izquierdas alegaron que era un término fascista; seguramente, en su ignorancia pensaron que era creación de Franco.
Hacia 1929 el sacerdote católico español Zacarías de Vizcarra, radicado en Argentina, propuso, en un artículo publicado en la revista Criterio, de Buenos Aires, que “Hispanidad” debiera sustituir a “Raza” en la denominación de las celebraciones del doce de octubre. El término, utilizado ya por Unamuno en un artículo publicado por La Nación, de Buenos Aires, el 11 de marzo de 1910, comenzó a florecer a partir de 1926, de la mano del médico argentino Avelino Gutiérrez y de dos periodistas españoles, el socialista Luis Araquistain y el liberal Dionisio Pérez, quienes se convierten, durante los años 1926 y 1927, en principales propagadores de su uso (particularmente en medios pertenecientes a Nicolás María de Urgoiti, como El Sol y La Voz).El 15 de diciembre de 1931, Ramiro de Maeztu que había sido Embajador de España en la Argentina en 1928 y 1929, inició la revista Acción Española con un artículo, ”La Hispanidad” que comienza:
“El 12 de octubre, mal titulado el Día de la Raza, deberá ser en lo sucesivo el Día de la Hispanidad.”Con estas palabras encabezaba su extraordinario del 12 de octubre último un modesto semanario de Buenos Aires, El Eco de España. La palabra se debe a un sacerdote español y patriota que en la Argentina reside, D. Zacarías de Vizcarra. Si el concepto de Cristiandad comprende y a la vez caracteriza a todos los pueblos cristianos, ¿por qué no ha de acuñarse otra palabra, como ésta de Hispanidad, que comprenda también y caracterice a la totalidad de los pueblos hispánicos?”
A lo largo de 1932 y 1933 Maeztu fue puliendo y popularizando en Acción Española su idea de la Hispanidad, que quedó consolidada en la primavera de 1934, cuando apareció su libro Defensa de la Hispanidad. En la plenitud de la segunda República Española, el 12 de octubre de 1935, celebraba en Madrid, por vez primera, el Día de la Hispanidad, y publica el artículo así titulado, en una revista titulada precisamente Hispanidad –“la revista de exaltación de España”–. Un año después, en octubre de 1936, Ramiro de Maeztu, prisionero de la República en la cárcel de Madrid, fue asesinado sin juicio en una de aquellas tristemente famosas sacas. Pero su Defensa de la Hispanidad volvió a publicarse en 1938, en plena guerra civil española, y sus ideas se convirtieron en uno de los principales soportes ideológicos de quienes alcanzaron la Victoria y pudieron establecer la Paz sobre quienes entonces preferían convertir España en una república bolchevique satélite de la Unión Soviética. No es de extrañar, por tanto, que con esa facilidad que siempre tienen las izquierdas para manejar pensamientos y aún la Historia, quieran ocultar el concepto, aunque jamás podrán ocultar la verdad de los hechos. Y hay que recalcar que oficialmente esa denominación no alcanzó reconocimiento durante el gobierno de Franco hasta el 10 de enero de 1958, cuando, por un decreto de la Presidencia del Gobierno, declaró el 12 de octubre fiesta nacional, bajo ese nombre de Día de la Hispanidad.
Con la llegada del periodo democrático surgió el debate de sí era conveniente cambiar el Día de la Fiesta Nacional de España al 6 de diciembre, fecha en la que se aprobó la Constitución de 1978, siempre tratando, por todos los medios, de minimizar la importancia de la labor llevada a cabo por España. No obstante, una ley publicada en 1987 ratificó el 12 de octubre como festividad asociada al Descubrimiento. Su único artículo indica:
Se declara Fiesta Nacional de España, a todos los efectos, el día 12 de octubre, omitiendo la relación de la fecha establecida con la sin par proeza llevada a cabo por un puñado de españoles.
[1] José María Albino Vasconcelos Calderón (Oaxaca, 27 de febrero de 1882-Ciudad de México, 30 de junio de 1959) fue un abogado, político, escritor, educador, …
Escrito por Don Luis Gonzalo Pérez de León (Vicembajador del Reino en México)
LAS TRES REALIDADES DEL HOMBRE
LAS TRES REALIDADES MÁS IMPORTANTES PARA EL HOMBRE
EN PRIMER LUGAR ESTÁ DIOS: La Fe y Doctrina Católicas
EN SEGUNDO LUGAR ESTÁ LA FAMILIA: El Padre, la Madre y los Hijos Católicos
EN TERCER LUGAR ESTÁ LA PATRIA: El Pueblo y Gobierno Católicos
LA SANTÍSIMA TRINIDAD
PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO
El misterio de la Santísima Trinidad consiste en que Dios siendo numérica e individualmente Uno, existe en tres Personas; en otras palabras, la Divina Esencia que es una y la misma en el más estricto sentido de la palabra, existe en tres Personas realmente distintas una de otra, y sin embargo, cada una idéntica con la misma esencia divina. El Padre no es engendrado, EL Hijo lo es, y el Espíritu Santo procede como de un principio, del Padre y del Hijo.
Cada Persona es realmente distinta de las otras, cada una es verdadero y eterno Dios y con todo, no hay más que un solo Dios. Lo podemos entender como tres individuos son distintos entre sí y, sin embargo, poseen en común su humanidad.
La unidad de las tres Personas divinas es, con todo diferente. Cuando hablamos de ellas como un Dios, significamos no solamente que cada una es Dios sino que cada una es Uno y el mismo Dios.
ESTE ES EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD, incomprensible a la inteligencia humana,
En el antiguo Testamento, la noción de las divinas personas fue muchas veces figurada, aunque de un modo oculto, porque los judíos eran demasiado propensos al politeísmo. Este es el más grande misterio de la Religión Católica y comienza todos los actos del culto público invocando el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
LA FAMILIA
Institución legítima, monógama, fundamental de la sociedad, imprescindible para la propagación de la especie humana y el desarrollo del hombre. Ya desde la Creación fue asentada la base monógama de la unión familiar (Gen. 2-24), y ha sido históricamente el centro propulsor del progreso humano, Cristo la elevó a la dignidad de unión sagrada; de ahí que la familia realmente cristiana representa la organización ejemplar, pues en ella los deberes y derechos de cada miembro no son gravosas imposiciones jurídicas, sino sublimes vínculos de amor. Y gracias a ese amor la esposa se subordina al marido y se eleva a la condición de compañera, mientras la suave sumisión de los hijos es el reconocimiento de la autoridad de los padres quienes les suministran dirección, cariño, tutela y medios para su desarrollo físico, moral e intelectual.
Por eso son absurdas y antinaturales las teorías que tienden a anular los vínculos de consanguinidad y parentesco, ya sea por la concepción comunista del amor libre, de las perversas leyes actuales contra natura o por cualquier otra tendencia sociológica disgregadora de esta célula de la sociedad humana.¨
Las enseñanzas de Jesucristo en el seno del hogar proporcionan la paz que debe privar en los momentos de crisis y goce en los triunfos de la vida, ayudando a cercarse a Dios suprema meta de la familia católica.
LA PATRIA
Es la llamada Nación; compuesta del territorio, de la ciudad, poblado o lugar, donde se nace o se vive largamente, con su gente, su historia, su religión, su cultura y sus costumbres.
En el caso particular de Méjico y de todas las naciones hispanoamericanas, estas patrias salieron del Imperio Español de manera abrupta, rebelándose contra la Monarquía española no por sus propios habitantes, sino por instigación de naciones extranjeras y masónicas, como lo fueron los Estados Unidos de América calvinistas, la Francia revolucionaria de Napoleón I y la Inglaterra anglicana. Quienes con su odio a la Religión Católica y a la España espada de la Iglesia, armaron material e intelectualmente a los nativos inconformes y desorientados, para romper los lazos que por trescientos años habían sido formados en las virtudes católicas e hispanas.
La Patria grande de los habitantes de Hispanoamérica era sin duda, la unidad que formaban los cuatro Virreinatos americanos: La Nueva España, la Tierra Firme, el Perú y La Plata.
Con la forzada independencia, se fueron creando pequeñas patrias sin otro sostén que sus menguadas fuerzas, y fueron cayendo una a una en el juego político y económico de las tres referidas potencias.
Méjico, comenzó su independencia con el Imperio Mejicano Católico, encabezado por don Agustín Iturbide con el Plan de las Tres Garantías, hermoso proyecto que de haberse consolidado hubiera constituido la primera potencia católica del Nuevo Mundo.
Pero fueron los eternos traidores y enemigos del Orden Cristiano, los enemigos del pueblo mejicano católico e hispano, quienes lo derrumbaron para instalar una república, triste copia de sus protectores, los anglos. Pues Méjico y todas las naciones hispanoamericanas quedaron, al fin sujetas como protectorados, eufemismo de viles colonias, sujetas al mando yanqui, cumpliéndose ampliamente los lineamientos de la doctrina del “Destino Manifiesto Imperial de los angloamericanos” doctrina estructurada y puesta al día por el masón Benjamín Franklin, cuyo lema era: “Dios el altísimo ha predestinado al pueblo angloamericano para regenerar el Mundo”
Muchas personas se sorprenden al ver que un Reino Católico e Hispanista tenga como nombre ‘Wikonga’, que puede sonar muy exótico (de Africa o Asia). Pero la explicación es mucho más sencilla de lo que parece.
Los territorios de Wikonga son numerosas islas que pertenecieron antiguamente a la Monarquía Hispánica, son conocidos como ‘La Micronesia Española’. Al fundar el Reino se intentó usar la nomenclatura de la zona en la que está situado el Reino (el Pacifico Occidental). Donde los nombres de países como ‘Kiribati’ ‘Palaos’ ‘Guam’ o ‘Tonga’ son muy comunes. Por eso mismo el nombre Wikonga es así siguiendo la nomenclatura de la zona.
La versión latinizada de Wikonga (que es la que sale en las monedas oficiales del Reino) es ‘Vicona’, por eso mismo el Rey Felipe I es llamado en latín ‘PHILIPPUS REX VICONIAM’.
Recordamos que el nombre oficial de Wikonga es ‘Reino Católico de Wikonga e Indias Españolas’.